“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8-9).
Por Lauro Roybal
Llegó de nuevo la época cuando gran número de personas alrededor del mundo celebran la Navidad entre alegría, regalos, luces y demás parafernalia decorativa que la rodea, pensando que lo hacen en honor al nacimiento de Cristo. ¿Qué opina Dios de todo esto?
La Navidad es vista como un maravilloso tiempo familiar, cuando se practica la generosidad y se disfruta de comida especial. Sin duda alguna, la Biblia debería enseñarlo, ¿verdad? Pero no lo hace. Entonces, ¿cómo pueden tantas personas estar equivocadas?
Detengámonos un momento y consideremos lo siguiente: si la Biblia no menciona la Navidad, ¿cómo entró esta práctica a la tradición cristiana hasta llegar a convertirse en una de las fiestas más populares? Con un poco de investigación, cualquiera podría comprobar que Cristo no nació el 25 de diciembre. Sin embargo, la mayoría asocia su nacimiento con esta fecha.
¿Sabía usted que la fecha diciembre 25 tiene un pasado complicado y ya se celebraba siglos antes del nacimiento de Jesucristo, pero con otro motivo? Hoy, más que nunca, es muy sencillo encontrar los orígenes de esta festividad. Sabemos por múltiples fuentes que la Navidad no es una festividad cristiana. Su origen data de siglos antes de Cristo y se asocia con dioses paganos.
¿Cuál es la opinión de Dios con respecto a la celebración de la Navidad y que se celebre como fiesta religiosa en honor al nacimiento de su Hijo? Analicemos primero algunos hechos históricos.
El origen de la Navidad
La celebración de la Navidad antecede al inicio del cristianismo del primer siglo. Fue el resultado de una evolución gradual de prácticas paganas desde 2.000 años antes de Jesucristo y se celebraba en honor a los dioses griegos y romanos.
Durante el segundo siglo, antes del nacimiento de Jesucristo, los griegos ya celebraban, en los últimos días de diciembre, ritos en honor a su dios Dionisio (también conocido como el dios Baco, el dios del vino). Además de este festival los romanos celebraban la fiesta de la Saturnalia también en diciembre, la cual se relacionaba con la cosecha, el solsticio de invierno y el regreso del sol, después de su ausencia durante los meses fríos.
Durante esos días las casas se decoraban con plantas —como en la “noche buena”— se encendían fogatas y velas para celebrar la llegada del sol, la luz y la vida. Se acostumbraba intercambiar regalos entre los amigos y familiares y eran días de continuas festividades. Las Saturnales terminaban con el solsticio de invierno, día en el que entraba la estación más fría del año y llegaba el fin de los días de oscuridad. A partir de entonces el sol comenzaba a calentar cada vez más y había más luz durante el día. La costumbre era encender fogatas y usar vestimentas rojas para animar al sol en su trayectoria de regreso del largo invierno.
Los orígenes de la Navidad no deberían ser un misterio para nadie. Pero, ¿tendrá alguna importancia para Dios cuáles días se celebren en su honor?
Para el año 530 d.C., el emperador Justiniano ya había hecho de la Navidad una festividad cívica. La Enciclopedia Católica, edición 1911, bajo el título “Navidad”, dice: “La Navidad no estaba entre los primeros festivales de la Iglesia… la primera evidencia de esta fiesta está en Egipto”. En la Enciclopedia Americana, edición 1956, bajo el título “Navidad”, leemos: “… una fiesta fue establecida en memoria del nacimiento de Cristo en el siglo IV. En el siglo V, la iglesia occidental ordenó que la fiesta fuera celebrada en el día de los ritos del nacimiento del sol, y al cierre de la Saturnalia, ya que no existía conocimiento certero del día del nacimiento de Cristo”. No fue hasta después del siglo IV que se ordenó la observancia de la Navidad como un festival religioso en honor a Cristo.
Notemos las costumbres que rodeaban la Saturnalia: “Todos los negocios permanecían cerrados, exceptos los que proveían comida. A los esclavos se les consideraba como iguales a sus señores durante este tiempo. Se animaba el juego, la bebida y la festividad. Las personas intercambiaban regalos… Los hombres se vestían como mujeres o con las pieles de animales y desfilaban por las calles. Se encendían lámparas y velas que se usaban para ahuyentar a los espíritus de la oscuridad, quienes eran considerados como poderosos durante esta época del año. La Saturnalia más decadente y bárbara, puede haber servido como una excusa entre los soldados romanos en el Este para el sacrificio humano” (Gerald y Patricia Del Re, “The Christmas Almanac”, p. 16, 1979).
La Navidad y el nacimiento del sol invicto. Dos festividades, una fecha
Ambas festividades, la Navidad y el nacimiento del sol invicto, giraban alrededor del solsticio de invierno —el día con menos luz del año. El 25 de diciembre se consideraba como un día importante en la mitología griega y romana mucho antes de que los cristianos lo adoptaran como el día oficial del nacimiento del Hijo de Dios. También Mitra, el dios de la luz de Persia, nació supuestamente el 25 de diciembre, y a él le celebraban el nacimiento del sol.
Los primeros cristianos
Durante el primer siglo, ni los apóstoles ni los primeros cristianos tuvieron conocimiento de la Navidad. Los verdaderos cristianos observaban las siete fiestas de Dios delineadas en Levítico 23 en las Sagradas Escrituras. Dios ordena que se le honre solamente con estas fiestas.
Después de varios siglos, hubo otras festividades, además de la Navidad, que fueron introducidas a las observancias religiosas cristianas. Tanto la Navidad como la Pascua Florida fueron ampliamente aceptadas, mientras que las festividades apostólicas fueron gradual y sistemáticamente rechazadas. “La Navidad, el festival profético del nacimiento de Cristo, fue establecida en conexión con el eminente retorno de Cristo” (Enciclopedia Británica, 15ª edición, Macropedia, Vol. IV, p. 499, “Christianity”).
El verdadero mensaje del Reino de Dios que trajo Cristo y que proclamaron los primeros apóstoles pronto desapareció siendo sustituido por prácticas ampliamente aceptadas desde tiempos antiguos. Los primeros cristianos jamás imaginaron que se celebraría el nacimiento de Cristo con costumbres paganas. No fue sino hasta varios siglos después de la muerte y resurrección de Cristo cuando su nombre quedó asociado con el antiguo festival del nacimiento del sol invicto (Dies natalis solis invicti). Así, la festividad del sol invicto del 25 de diciembre pasó a convertirse en la fiesta cristiana que ahora se celebra por todo mundo “cristiano”.
Esta sustitución del día no es ningún secreto y ha sido manifestada por varias autoridades eclesiásticas. En el año 440 d.C., el papa León Magno estableció esta fecha como conmemoración de la Natividad y para el 529 d.C., el emperador Justiniano ya la había declarado oficialmente como una festividad del Imperio Romano.
El Papa Juan Pablo II dijo: “A los cristianos les pareció lógico y natural sustituir esa fiesta con la celebración del único y verdadero sol, Jesucristo, que vino al mundo para traer a los hombres la luz de la verdad” (1993, Asamblea General, 22 de diciembre). También el papa Benedicto XVI confirmó, en el 2009, que “la Navidad asumió una forma definida en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del ‘sol invictus’”.
Así, los orígenes de la Navidad no deberían ser un misterio para nadie. Pero, ¿tendrá alguna importancia para Dios cuáles días se celebren en su honor? ¿Acaso es correcto que un cristiano celebre fiestas que contienen símbolos y prácticas paganas para honrar al verdadero Dios? Ciertamente Dios condena estas prácticas y manda a su pueblo no adoptar costumbres paganas con la excusa de querer honrarlo. No podemos ni debemos adorar al verdadero Dios como otros pueblos honraban a sus dioses paganos. Dios detesta este tipo de adoración.
Antes de que el pueblo de Dios entrara a la Tierra Prometida, Él les dio un estricto mandamiento y les advirtió: “Después de haberlas destruido (las naciones paganas conquistadas), cuídate de no seguir su ejemplo y caer en la trampa de inquirir acerca de sus dioses. No preguntes: —¿Cómo adoraban estas naciones a sus dioses, para que yo pueda hacer lo mismo?— No adorarás de esa manera al Señor tu Dios, porque al Señor le resulta abominable todo lo que ellos hacen para honrar a sus dioses… Cuídate de poner en práctica todo lo que te ordeno, sin añadir ni quitar nada” (Deuteronomio 12:30-32, NVI).
Sólo Dios tiene la autoridad para determinar cuándo y cómo debemos adorarlo y nos enseña que no debemos añadir ni quitar nada de sus enseñanzas y mandamientos. Son siete las fiestas santas de Dios y contienen un significado muy profundo y revelador para todo cristiano. ¿Las conoce usted? Si no las conoce, está en peligro de pensar que está adorando al verdadero Dios, cuando en realidad está haciendo algo que Él detesta. ¿No cree usted que ya es tiempo de que indague y celebre las siete fiestas santas que verdaderamente honran a Dios en la forma en que Él desea que se le honre? CA