Otorgarle a otro el perdón es tal vez una de las cosas más difíciles de realizar. Podríamos decir que el que sabe perdonar posee un verdadero don espiritual. ¿Lo tiene usted? Le es fácil perdonar las ofensas que otros le han hecho? A todos nos gustaría poder decir que perdonamos, pero si somos sinceros tendremos que admitir que no nos resulta fácil hacerlo.
Muchas personas cargan con resentimientos, heridas, insultos y múltiples dolores reales o imaginarios por lo que otros les han hecho en el pasado. Estos malos sentimientos y recuerdos no sólo lastiman a quien los alberga, sino también a las personas que los rodean. La amargura que el resentimiento genera, aunada muchas veces al deseo de venganza, crece como un tumor maligno. Se va extendiendo hasta consumir a la persona y termina por invadir todo pensamiento positivo. Quien no puede perdonar a su prójimo está destinado no sólo a vivir en amargura, sino también a limitar su propia oportunidad de recibir el perdón de Dios.